El despertar

Por: Janeth Quintero Onofre

Un beso somnoliento y el sonido de la suave ráfaga de viento fresco de mañana despierta mis sentidos. Ruidos en la cocina de trastes orquestando el desayuno, Billy Evans de fondo y el suave aroma de café hacen que me incorporé.

Siento como cada parte de mi cuerpo se va llenando de fuerza, me visto y llego allí, donde está él, le doy los buenos días y con una mirada tierna nos contemplamos… nos abrazamos, sentimos nuestras almas. En el tiempo nos dejamos perder, sentimos el aroma delicado del otro, con amor y pasión sonreímos, y una emotiva danza de sentimientos que anhelaba salir, despierta y llena cada hueco, sale a flote, nuestras yemas rozan y acarician el tiempo que juega como buen aliado, como ese cómplice de algún momento que un día se anunció como venidero, y que ha perdurado desde el segundo en el que explotó, dejando esa paz y sensibilidad magnífica.

El suave canto de su voz susurrando la belleza de la mañana, era la recompensa anhelada que tal vez soñaba; ahora que la tenía y que con dulzura escuchaba, sentía con plenitud como me abrazaba, iluminando cada espacio de mi alma con su calor infinito, con esa caricia de encanto que elevaba mis emociones y que sonreía al destino con un guiño amigable.

El olor a pan ligeramente tostado y a hogar, ese que construimos sin siquiera imaginarlo, el que día con día se mantiene erguido con la felicidad que emana nuestra esencia, misma que se funde en la vivacidad del verde esmeralda y de los recuerdos fotografiados en nuestros corazones de cada momento que hemos vivido y que nos ha construido. Danzamos en el tiempo mientras vivimos la mañana, contemplamos nuestras sombras… iluminándolas con nuestro ser, con nuestra simple existencia, con nuestra vida.

¡Vida!… Sí, en eso se resume cada momento de nuestro día a día, una que llena de plenitud disfrutamos, sabiendo que no podemos pedirle más a nuestro destino si no que perdure, y se conserve en el tiempo, en las palabras, en los sonidos, en las formas pigmentadas por nuestras emociones, en lo que quedará grabado en la eternidad por medio de los recuerdos y del arte, de ese nuestro arte, el que nos abraza, acurrucándonos en sus brazos, compartiendo su dulzura con nosotros, extendiendo su existencia para que seamos, para que sigamos vivos, para que cada mañana al despertar, nos encontremos, y sintamos la fusión de nuestra magia, y que con un beso cálido escribamos un nuevo camino; le demos un sorbo a la vida, y a esa taza de café, respiremos y sintamos ese nuevo el aliento, que nos incita a seguirnos contemplando…

¡A seguirnos amando!

Un comentario en “El despertar

Deja un comentario