Que arda mi cuerpo si no estás

Por: Bernardo

Qué bella tarde de junio cuando tu silueta se presentó ante mis ojos, los sentidos se alertaron diciendo “es tiempo para volver a amar”; lo plano de mis pies me sujetaron al piso, amarraron mi ser a la tierra de tal modo que interrumpieran tu andar, el perfume dulce y sutil llenó la atmósfera; inevitable fue tu tropiezo.

Disculpa –dijiste al tiempo que tu rostro se iluminó con la farola.
Mira que los ángeles existen –balbuceé. –Perdón, quiero decir, que si antes había visto seres vivos, hoy la vida penetra en mí. ¿Pero cómo puede ser posible que alguien como tú, pueda hablar con alguien como yo?

Eso arrancó la mejor de tus sonrisas.

Pues así, justo como lo estamos haciendo ya.

Bebimos café, charlamos sobre vinos, libros y huertos, pero Freud irrumpió sobre la mesa, sacudió la estructura y con un golpe seco le recordó que su madre la esperaba para la cena; sus parpados en color ocre y los labios carmín conjugaban a la perfección, el estampado de la playera consistía en un par de ojos de gato, los cuales se posaban sobre algo que no podía, debía o vayan a saber que más… pero mis pupilas se dilataron, cabe mencionar que no era lo más grande o lo más pequeño que hubiese visto, sin embargo, esa parte de anatomía me dejo helado, los jeans sujetaban unas piernas trabajadas y, por decirlo de manera correcta, un trasero en forma de corazón.

«¿Cenarías conmigo el viernes?», pregunté mientras me daba la espalda para marcharse. Giró, se puso seria, dejó caer la bolsa de mano sobre la silla y con un gesto adusto respondió «A menos que la muerte me alcance, estaré para compartir la mesa contigo. Quiero saber cómo se prepara ese cordero que mencionaste. Entender por qué tienes una profesión así, pero más allá, entender por qué interrumpiste mi paso, mi camino y mi vida. Hoy no diré mas, iré a casa, los días restantes hasta el viernes, los dedicaré a pensar ¿por qué tu?, ¿por qué ahora?, ¿por qué contigo?» Besó mi mejilla mientras metía una tarjeta a mi bolsa de la camisa. «Llámame hasta el viernes al medio día, no antes, por favor. Déjame trabajar y cuando termine, podremos hablar».

Nunca olvidaré ese primer beso, sus labios se ajustaban a la perfección en los míos, la experiencia me dijo que ahí estaba mi futuro; su talle encajaba muy bien en mis manos, la altura de ambos permitió permanecer así por un largo, muy largo tiempo. No sólo hablamos de cocina, también de literatura, cine y hasta arqueología; caminamos y recorrimos el mundo, nuestro mundo, no pensé que alguien inocente pudiera enseñarme tanto, solo sé que dejé la puerta sin seguro y ella entró.

Con el paso de los días, el amor floreció, se aglutinó en nuestras almas, empezamos a planear una vida para envejecer juntos, los tiempos, los detalles y las atenciones eran el fruto que alimenta los cuerpos. Vi su ser desnudo, desnudo en totalidad, la parte física me llenó de deseo y la no física, esa que no se entiende en palabras, esa me llevó a crecer como nunca; me dio paz que hacia varios años no experimentaba. Recorrimos muchos caminos, conocimos muchas ciudades, nos bañamos en dos mares, abordamos un sinfín de vehículos, anduvimos por montañas y bosques; cada vuelta a casa, los planes se acotaban y concretaban. Mención merece la casa de campo, era el refugio de las miradas, la morada donde nuestro deseo no cesaba, el escondite perfecto de la sociedad, largas noches de música y tequila, noches de sueño profundo y desayunos con fruta; cómo olvidar esa tarde de baile, donde la bachata, sin ser nuestro gusto, acopló los pasos y las risas. Todas eran buenas ideas, todas eran buenas películas, todas eran buenas canciones; recuerdo nuestros cuerpos húmedos y llenos de jabón, la regadera como cómplice y la tina como abrazo cálido.

Hoy después de dos meses tengo noticias de ti, no sabía por qué la ausencia, por qué el silencio telefónico, por qué las no letras, fueron meses de desesperación, de celos, de intriga, de incertidumbre, de una puerta cerrada. Hoy por fin tu numero apareció en mi contestador, alcé la bocina, pero no era tu voz, otra mujer me dio la noticia… ya no estás, ya no estarás, algo en tu interior ganó la batalla y te arrancó para siempre de mi lado, no permitió que amaneciéramos de nuevo juntos.

Aún no sé qué voy a hacer, no sé si quiero volver a nuestra casa de campo, no sé si estoy molesto porque no cumpliste tu palabra de envejecer juntos, no sé si estoy lleno de ira porque ya no tengo planes o sólo estoy triste porque ya no podré besar tu boca. Hoy no sé si estoy o si sólo escribo, hoy no tengo sueño porque ya estoy dormido, hoy no tengo fuerzas porque todas te las llevaste, hoy que arda mi cuerpo porque ya no estás…

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